E-PACK Bianca Noviembre 2 2016 by Sharon Kendrick

E-PACK Bianca Noviembre 2 2016 by Sharon Kendrick

autor:Sharon Kendrick
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2016-10-11T00:00:00+00:00


Capítulo 7

HA SIDO la experiencia más increíble de mi vida –comentó Gwyn cuarenta minutos más tarde, cuando la ambulancia llevaba a Lauren y a su bebé al hospital.

–Ya verás como van a decirme que todo está bien y que puedo irme a casa. Ojalá no la hubieras llamado –protestó Lauren, mirando a su marido con el ceño fruncido.

–Dame ese gusto, mia bella –respondió Paolo, abrochándose la camisa limpia a pesar de que las manos le temblaban ligeramente. Pero apenas había sudado al llevar a su mujer a la cama en brazos ni al recoger a su hijo minutos después.

Había sabido mantener la cabeza fría y de una bolsa que tenía preparada sacó toallas limpias y unos paños especiales para recibir al bebé, mientras le hablaba a su mujer con calma y delicadeza. Él mismo cortó el cordón umbilical después de sujetarlo con unas pinzas especiales, como si llevara toda su vida trabajando de comadrona.

Vito no dijo nada al cerrar la puerta, pero estaba pálido y respiró hondo, como si acabara de esquivar a un tren.

–Estás verde –se burló Gwyn–. ¿Estabas preocupado?

–Lauren hace que parezca fácil.

–Desde luego. ¡Ni siquiera me ha dado tiempo a hervir el agua! –Gwyn entró a la cocina–. Voy a terminar de preparar la cena.

–Te ayudamos –dijo Vito, refiriéndose a él y a los niños, que se habían quedado a su cargo. Colocó a Bianca en su trona y a Roberto en una silla de la cocina. Se le daban bien los niños y ellos le adoraban.

Mandó un mensaje a su primo, y Paolo le dijo que todo iba bien.

–Paolo se va a tomar unas vacaciones ahora que ha nacido el bebé –le contó Vito–, pero nos reuniremos cuando vuelva para revisar algunas cosas antes de que me toque asumir sus responsabilidades. Tú y yo dormiremos aquí y mañana volveremos a la ciudad.

Gwyn asintió, pero no le estaba prestando demasiada atención. Estaba atenta a cómo le partía la comida a la niña, ayudaba a Roberto a cargar el tenedor y le servía vino a ella. Tenía que reconocer que entre procurarle orgasmos a una mujer y hacer la colada, era el hombre perfecto.

Vito la miró.

Seguramente sus pensamientos se le reflejaban en los ojos. Para ella el objetivo de su vida había sido su carrera, en parte influida por las dificultades que siempre había tenido su madre, que carecía de una profesión, de modo que lo de tener un marido e hijos era un sueño que había relegado a «algún día».

Pero deseaba tener un lugar en el que echar raíces y considerar su hogar. Un lugar en el que tener una familia, una red de lazos de sangre como la que tenían allí.

–Cuidado, Gwyn –dijo él, mirándola a los ojos.

Ella miró a los niños buscando posibles peligros, antes de volver a mirarlo a él sin comprender.

–Esta no es nuestra vida –le aclaró en un tono glacial–. Ni la tuya, ni la mía, así que deja de pensar que algún día sí lo será.

Resultaba doloroso ser tan obvia, sobre



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